ESTAS SON ALGUNAS LEYENDAS PARA LEER
El Puente de los Perros
Recibió el encargo de realizar la obra el afamado alarife Don José de la Luz Solís, que fue también al arquitecto de la Alameda; y en pocos meses, gracias al empeño y la diligencia del experto maestro, el puente quedó casi listo. Como se anotó Doña Mercedes era aficionada a pasear por la campiña; y en cierto ocasión llegó, en compañía de su marido, a inspeccionar los trabajos del puente. La señora se mostró entusiasmada con la mejora material, y creyó prudente comentar que, además de que sería de indudable beneficio para los habitantes del barrio, a ella le serviría de viaducto para disfrutar de un acogedor rincón de descanso en medio del monte. Examinando lo contraído, atrajeron su atención los cuatro extremos en que el puente remataba, por lo que preguntó al alarife: -¿Quiere usted decirme, Don Pepe, para qué son los remates del puente?
-Tengo instrucciones de mi coronel aquí presente –contestó el aludido-, de colocar sobre los remates cuatro hermosos pebeteros, que han pedido a México y se encuentran ya en camino, y que simbolizarán respectivamente el fuego inextinguible de la ciencia, del arte, del pensamiento y del amor.
Después de oír tales palabras, la señora de Torno no preguntó más, pero guardó un silencio
reflexivo.
Transcurridos algunos días doña Mercedes, acompañada de un aya, se apeó de su carruaje frente al puente en ejecución, y tras ella bajo un mocetón que a duras penas sostenía una traílla a la que estaban sujetos dos magníficos e imponentes mastines.
Dirigiéndose a Don José de la Luz, la primera dama interrogó: -¿Qué le parecería las estatuas
de Aníbal y Alejandro para rematar el puente?
Dijo Doña Mechita: -No me he explicado claramente, Don Pepe; yo no estoy hablando de esos conquistadores franceses (Doña Mechita no
era muy versada en historia universal) sino de perros, los que ve usted aquí; ¿no cree que quedarían soberbios como remates del puente?.
Y agregó: -Le ruego, y conste que no acostumbro hacerlo, que en lugar del proyecto original, usted que es un escultor consagrado, se ocupe de modelar cuatro figuras de mis mastines en actitud de ladrar, para que, ya puestos en su sitio, ejerzan la vigilancia permanente de la ciudad. Estoy segura de que de sus hábiles manos saldrán los perros más bellos que jamás ha esculpido ningún artista!.
Halagado por haber sido ascendido de albañil a escultor, Don José de la Luz ya no respingó, y prometió a Doña Mercedes que atendería su súplica.
Gananda la escaramuza por el lado del obrero, la dama se encaminó a ver a sí consorte; y ya
de frente a él le dijo estas palabras, después de haber preparado con un cariñoso beso: -Panchito, hoy recibí carta de mi hermano Toño, y me ha recomendado que yo te salude con un fuerte abrazo.
De esas cosas de política que no entiendo, dice que pronto substituirá al general Bustamante (éste era, en 1830, el Presidente de la República), y que yo te lo informe. Y también preguntó por
Aníbal y Alejandro, los que, recordarás, él me obsequió; y me dice que le agradaría especialmente que se pusieran esfinges de los mastines en el puente en construcción.
En esa forma, Aníbal y Alejandro, reproducidas por partida doble, quedaron perpetuados en piedra en el puente del cuento; aunque no salieron imponentes de la mano del escultor; ni su actitud se antoja de ladrido vigilante sino de lúgubre lamento causado por la visión de un alma en pena.
El puente fue inaugurado con el nombre de Puente de la Merced, según una placa conmemorativa en la que se lee la siguiente inscripción: “Año de MDCCCXXX. Se construyó este puente con el título de la Merced de Santa Ana, bajo la dirección del Alarife D. José de la Luz Solís”.
El gobernador Carvajal mandó poner otra placa en el ya desde entonces llamado Puente de los Perros, con la siguiente leyenda: “MDCCCXXX. Se hizo por disposición del Señor coronel C. Francisco Toro, habiendo contribuido en unión de todo el partido, esta benemérita guarnición gratuitamente a su construcción y la de la alameda. A pueblos tan virtuosos militares tan recomendable, José Segundo Carvajal reconocido, dedica este documento.
Fuente: Libro LEYENDAS APOCRIFAS
Folklore Campechano
Autor: Guillermo González Galera
Editado por el Depto. de Difusión Cultural de la Universidad Autónoma del Sudeste
Septiembre de 1977
LOS ALUXES
-Puede que logre esta milpa que voy a sembrar.
¿Por qué no ha de lograrla?, pregunté.
¿Está seguro que esta noche vendrán?
-Explíquemes, cómo son, qué hacen.
El ancianito, asumiendo un aire de importancia, me dijo:
-¿Qué beneficio hacen?
El anciano salió, asiéndose a la soga, y yo tras él, entonces vi que avivaba el fuego y colocaba una jicarita de miel, pozole, cigarrilos, etc., y volvió a la cueva. Yo me acurruqué en el fondo cómodamente. La noche era espléndida, noche plenilunar. Transcurridas unas horas, cuando empezaba a llegarme el sueño, oí un ruido que me sobresaltó. Era el rumor de unos pasitos sobre la tierra de la cueva: Luego, ruido de pedradas, carreras, saltos, que en el silencio de la noche se hacían más claros.
Tomado del libro: "Leyendas, ceremonias tradicionales y relatos de la zona maya".